Carta del Consejo Rector en ocasión de la Asamblea General Anual de AAPIPNA 2020
Asamblea General Anual de AAPIPNA
Inventar una institución es algo que no se puede prever de antemano. Se inventa, se reinventa, a lo largo del tiempo. En cada idea que se propone y ejecuta, en cada paso, en inmanencia. Se va haciendo al andar y en ese andar. Y se corrobora aquello que se ha constituido en après coup. Retroactivamente, y desde el ahora miramos hacia atrás y decimos: ¡Jo, que guay! ¡Tenemos una institución! Después de 22 años menuda institución tenemos. Tenemos un grupo humano, un conjunto de sujetos y además producimos subjetividad en cada uno de vosotros en este andar. Hoy, de aquí, tienen que salir ustedes modificados por el encuentro, sacudidos de vuestras posiciones narcisistas. Lo intrapsíquico de cada uno de ustedes y lo intersubjetivo que se produce en cada encuentro y en este encuentro, se acaba articulando de diversas formas. Tenemos relaciones de cooperación y otras de confrontación, relaciones de indiscriminación y otras de producción de diferencia: un teatro de conflictos.
Los grupos no son a priori, porque os conozcáis desde hace tiempo, no sois, necesitáis constituiros ahora. Si no acuden a los encuentros grupales (y a esto no me refiero a intercurrencias inevitables) no hacen grupo. Hacer grupo implica conmover vuestros narcisismos para ser parte de aquello que se constituye en ese hacer. No son AAPIPNA los que no están. Están en AAPIPNA, se benefician de ella, pero no contribuyen a que AAPIPNA sea. AAPIPNA da cuenta a lo largo de su constitución como grupo de esto que les digo, el AAPIPNA de antes y el AAPIPNA de ahora y de cada encuentro va haciendo un AAPIPNA diferente. Hoy aquí estamos haciendo AAPIPNA y quien no está, no está. Por ejemplo: ¿Cómo nos puede representar alguien en cualquier foro que no esté en el hacer y en el ir siendo de AAPIPNA? Aunque se quiera no se puede. Los que no estuvieron ayer en la actividad final de curso, da igual que lo escuchen gracias a lo que la tecnología nos da, lo escucharán igual que mucha otra gente que lo escuche desde nuestra web, en donde lo colgaremos, y se beneficiarán de ello y les hará pensar. Pero no estuvieron haciendo lo que AAPIPNA va siendo. Cada grupo implica una creación singular, no hay un a priori alrededor del cual tejer una trama. Se trata de crear un espacio colectivo, para la acción, para la sensación y para la reflexión que se nutre de los aportes de cada integrante modificado por la presencia de otros.
El liderazgo en un grupo es una experiencia compleja. El liderazgo, el que señala el rumbo, debiera ser la tarea, el objetivo, que guíe al grupo. El liderazgo, por lo tanto, es el objetivo grupal. En realidad, el líder es un rol que podría rotar, todos los integrantes del grupo podrían ejercer el rol de líder de tarea. Hay momentos en que el líder puede encarnar el objetivo a lograr, pero es el grupo con su producción grupal el que permitirá su logro. Para eso hay que estar formando grupo. El tema es que por nuestras series complementarias no todos tenemos la misma disponibilidad interna para poder ser parte de una experiencia colectiva. En un grupo, no sólo existe el lugar del líder, también existe el lugar del saboteador, el traidor que entorpece el logro del objetivo. Una de las cuestiones fundamentales que hemos visto que lo fomenta es la rivalidad entre miembros de la fratría y la rivalidad con quien en ese momento pueda ocupar el lugar del líder y el objetivo. Hablo de dinámicas intersubjetivas inconscientes, no de malas intenciones voluntarias. Son intereses contrarios al éxito del objetivo común. Esto es distinto al rol del disidente que es un rol que promueve la posibilidad de repensar posiciones ya tomadas. Conocemos ejemplos de todo esto en la historia anterior y reciente de AAPIPNA. También puede estar el portavoz que por su sensibilidad especial expresa problemáticas latentes o implícitas. En general cuando se cuenta con el chivo emisario éste protege al líder ya que las críticas se dirigen a él y no al líder. Carga con las culpas.
Todos estos lugares implican estar inmersos en una trama vincular que aloja contradicciones y conflictos potenciales permanentes. Para que esas contradicciones sean fértiles es necesario que se mantenga la direccionalidad de la tarea. Liderar requiere de un consenso para llevarlo a cabo, y no solo es necesario que la organización alcance su objetivo, sino que los miembros del grupo se desarrollen profesionalmente, y subjetivamente. Es decir que los lugares que ocupan tienen que fomentar en VOSOTROS una experiencia de aprendizaje ¿Y cómo aprender de algo que los domina desde vuestro inconsciente, producido grupalmente, si no tienen espacios donde poder pensarse? ¿Grupo operativo, contar con el consejo rector? ¿Dónde poder descentrar vuestras posiciones narcisistas y producir nuevas subjetividades de grupo? El líder no es un fin en si mismo, es el medio para el logro de objetivos que trascienden a las subjetividades existentes. Es importante que pueda motivar al grupo de personas porque coincide con lo que el grupo siente, acepta, necesita y espera. Ese es un gran desafío. Qué el líder motive a los integrantes significa que se interesa por el desarrollo de la tarea y por su desarrollo personal, que demanda compromiso y da autonomía en el estilo de llevar a cabo su tarea, delegando responsabilidades y permitiendo el desarrollo de las subjetividades implicadas en ese devenir.
Las instituciones limitan y a la vez permiten acciones, pero siempre con las necesarias restricciones que implica seguir un pliego de reglas: los estatutos. Son limitaciones que abren posibilidades. Nuestra institución en cierto sentido no se auto-organiza sino que depende de otra institución que nos hace de paraguas y esto es importante que lo tengamos en cuenta. En este sentido los miembros de la junta necesitan estar acreditados ante la institución paraguas y en sus secciones. En la Junta, siempre ha estado presente, como miembro de la misma, el que nos representa ante el paraguas. Ahora es por el momento, hasta que se pueda dar como parte del ir siendo de AAPIPNA, un miembro del consejo rector.
Ejercer un poder puede pensarse como que alguien lo ejerce sobre alguien para dominarlo; o como el poder hacer algo, es decir ser potente. No tiene nada que ver con el hecho de la dominación sino con el de potencia, con el de la creatividad. Son dos cualidades mutuamente excluyentes. El poder para y el poder hacer tienen una correlación con el poder instituyente y el poder instituido. Poder para, esa potencia generadora, responde a una dinámica expansiva, instituyente, creadora. Creamos algo que no existía, lo modificamos, lo enriquecemos, lo desarrollamos. El PASMIJEA, el Programa Solidario, la excelente formación que ofrece AAPIPNA. Lo instituyente tiende a querer destruir las barreras y límites que impone lo instituido. Es subversivo y transgresor. Ahora bien, lo instituyente aspira a instituirse, a adquirir una condición estable, consolidada: aspira a ser. Estos son todos los proyectos que se puedan incluir bajo el paraguas AAPIPNA. Si esa aspiración acaba, el proceso instituyente deja de tener sentido. Ahora, ejercer poder sobre otros, es someter. Este poder también puede venir enmascarado bajo caras amables, de protección, seguridad y cuidado y de cuestionamiento de lo conseguido, o revestido de una ideología de la eficacia organizativa. Puede adquiere formas de sobre organización, sobre determinación, sobre planificación… pero que en definitiva sólo aspiran inconscientemente al control.
El poder instituido tiende a ejercer poder sobre, a través de mecanismos de fuerza u otros, sean éstos legítimos o no de la fuerza instituyente. Dicta leyes, sobre organiza, toma decisiones que afectan a otras personas, muchas veces sin que éstas sean ni siquiera consultadas o sin saber realmente lo que piensan y a veces, con la mejor intención, otras veces, no tanto. Se usan los medios a su alcance para manipular la opinión y los deseos de las personas, para que las personas se alineen en contra de acciones que se intentar definir para ser llevadas a cabo, o como manera más o menos sofisticada de promover oposición. Muchas veces, esto se transforma en fenómenos de pasillo. Se dicen las cosas donde no se tienen que decir, porque allí donde se dicen, sólo tienen el efecto de lograr alianzas espurias. Y esto todos lo hemos hecho alguna vez, hasta que aprendimos a hacer uso de ello en bien del trabajo colectivo y del hacer en conjunto.
Hablamos del poder como algo impersonal, pero detrás de todo poder hay personas. En la confrontación de poderes entran en juego egos, miedos, megalomanías, complejos, delirios de grandeza, posiciones narcisistas… por un lado, y también la generosidad, la entrega, el compromiso con lo que uno piensa, el coraje. Detrás de toda institución hay un pasado instituyente que tuvo la aspiración de instituirse. Una vez logrado, las fuerzas se orientan a proteger su poder, y si pueden, a aumentarlo. Todo elemento instituido trata de proteger su parcela y conservar su equilibrio de poder. Estas protecciones entran en conflicto con las dinámicas expansivas que representan las fuerzas instituyentes. Dinámicas instituyentes de cambio, de desarrollo, que pueden aflorar tanto en el seno de la organización como fuera de ella.
En este entramado complejo os encontráis vosotros después de 22 años de un ir creando una institución, y no es fácil ir haciéndose para darle un nuevo sesgo a la institución, ese que hace que la AAPIPNA de hoy, otra AAPIPNA, formada por los AAPIPNOS que se constituyeron en su seno, se constituya en colectivo instituyente. Hemos hecho propuestas de liderazgo desde la anterior junta directiva, pero, una cosa es imaginarse ser presidente y junta directiva y otra cuestión es encarnar esos lugares. Cuestión que solo puede conseguirse si se logra un consenso colectivo y un hacer en conjunto: deseo y determinación con su dosis de generosidad.
Lo instituido, orientado hacia sí mismo, necesita de lo instituyente para no fosilizarse, y lo instituyente necesita instituirse en algún momento. Quizá, la clave esté en conseguir que lo instituido no vea como amenaza toda fuerza emergente. ¿Y si fuéramos capaces de entender que nuestras “parcelitas de poder” resultan destructivas si nos aferramos demasiado a ellas? ¿Y si imaginamos una forma de organización que combine fuerzas instituidas e instituyentes, que no se opongan entre sí, sino que haya un flujo espontáneo y dinámico entre ambas? Consejo rector, espacios para pensarse. Una forma de organización dónde el poder sobre sea el mínimo que permita que las cosas funcionen, que los compromisos se cumplan, que la información circule…, es decir, que no se erija en barrera y límite, sino que se busque el poder generativo.
Elizabeth Palacios.
Representante del Consejo Rector
27 de junio de 2020.