Reflexiones del Grupo de Psicoanálisis de Familia y Pareja al inicio de la situación actual

El viernes 13 de marzo del 2020 junto con Gisela Untoiglich nos reunimos creando un espacio de encuentro. Encuentro de presencias multiformes. Por presencias multiformes nos referimos a que, en aquella ocasión, cinco de nosotros nos reunimos físicamente, dos más por videoconferencia y contamos con la Dra. Untoiglich conectada por vídeo llamada. También nos referimos a la(s) Diferencia(s) y los contrastes propios de las subjetividades. Y a la virtualidad. Estas reflexiones parten de lo pensado aquel viernes. Viernes en que el impacto provocado por el hecho de que estábamos a punto de comenzar el estado de confinamiento recorría el intersticio de los psiquismos allí reunimos, conmocionando nuestras mentes y sintiendo que una despedida de un modo de estar flotaba en el ambiente.

Una emoción particular impregnaba aquel aire quieto de una de las aulas de nuestro habitual sitio de reunión. Era uno más, de tantos otros encuentros ya tenidos y de otros que seguiríamos teniendo, necesitados de intercambios que nos permitiesen garantizar, otros acercamientos subjetivantes, con cualidad elaborativa. Un camino seguro para comenzar nuestra reflexión lo constituye el aportado por Freud. Siempre es confiable partir del terreno conocido para aventurarnos en lo nuevo. En El malestar en la cultura 1 (1930), el profesor nos acompaña en parte del camino; “Desde tres sitios amenaza el sufrimiento: desde el propio cuerpo, destinado a la ruina y la disolución…desde el mundo exterior, que puede precipitar sus furias con poderosísimas fuerzas despiadadas y destructoras … [el formato es ahora el del germen perturbador] y desde los vínculos con seres humanos…éste es más doloroso que cualquier otro”.

Desde AAPIPNA vamos observando los efectos psíquicos y sociales de este Acontecimiento. Nos está afectando a todos de modo individual y colectivo. Estas son algunas de las ideas y aperturas que queremos compartir:

El coronavirus se transmite y se propaga rápidamente: ¿Será este el único “agente patógeno”?

Obviamente no. Está generando evidentes problemáticas de salud física y salud mental, es decir de salud social. Nos inquieta en particular la salud mental colectiva, la ruptura con los vínculos que ha promovido esta situación y la atmósfera emocional que se ha constituido en un disparador de ansiedades tempranas y fantasías perturbadoras en toda la población, y en nosotros también, cuidadores de muchos a los que nos debemos por nuestra responsabilidad profesional.

El trabajo con los sentimientos, los afectos y las emociones es muy difícil, sobre todo si nuestro psiquismo se ve inmerso en un entorno elicitador de profundas ansiedades. Todo afecto es fuente de conocimiento de uno mismo y del mundo, ya sea como portador de placer o de dolor. El dolor siempre se vincula con una ruptura súbita, como un límite que se ha violado, eso es lo traumático, y el Yo responde con sufrimiento, padecimiento que se expresa ante la imposición directa de una realidad inevitable, sin posibilidades de ser controlada. Realidad como la que estamos viviendo: un estado de excepción en todos los sentidos.

Observamos cómo este “virus” sirve de pretexto, de un modo encubierto y encriptado, al servicio de las resistencias y defensas, afectándonos a todos. Pensamos que en nuestro quehacer psicoterapéutico hemos de servirnos de él, convirtiéndolo en significante y usarlo como palanca de elaboración psíquica. Hemos recogido cómo a nivel intrapsíquico, pero también a nivel social, se lo está instrumentalizando en detrimento de todos:

Alimenta sistemas paranoides, fantasías apocalípticas, se reactualizan ansiedades primigenias, se instaura en lo mortífero colocado en el afuera y dificultando en muchos casos la terceridad, agiganta el aislamiento social, clausura el pensamiento, masifica e indiferencia.

Las dificultades se hacen evidentes para trabajar psicoanalíticamente cuando el malestar proviene de lo trans subjetivo, del sufrimiento social. El dolor forma parte de las sensaciones difícilmente transmisibles en palabras y se expresa a través de un caleidoscopio de formas de sufrimiento, visibles indicadores de manifestaciones inconscientes de aquellos que lo padecen. Estos efectos se observan en la población a la que atendemos, pero también en la población general. Creemos que es importante poder interrogarnos acerca de los efectos que provocan en nosotros las instancias de poder (gobiernos, autoridades sanitarias, agentes económicos…), efectos alarmantes en donde a la manera de un enemigo invisible adquiere concretización en cualquier “otro”, en los ajenos, pero también en los semejantes. Incluso en los iguales.

De la mano de esto se procede a la merma de libertades individuales, que no podemos más que aceptar ya que son medidas que provienen de nuestras autoridades, planteadas en nombre de un bien común. Sin embargo, es importante que podamos continuar pensando.

El miedo que proviene de medidas de control social no es nuevo en la historia humana. Cómo se instrumenta y qué efectos produce en los sujetos de hoy en nuestros territorios, en esta nueva lógica acontecimental, esto sí que es inédito. Sabemos que esto no terminará pasada la cuarentena social. Será entonces cuando tengamos que plantearnos otras cuestiones diferentes a las actuales ya que estaremos en otro momento con otras circunstancias, un mundo nuevo que no reconoceremos como aquel que dejamos sin saber que lo hacíamos. A ello le deberemos sumar los efectos de esta pandemia de descalabro emocional. Los efectos sobre nuestros psiquismos individuales, sobre los de nuestros pacientes y de quienes no lo son, es innegable y tenemos que estar preparados para ello.

Realmente es imposible prepararse para lo inesperado, tal vez la única manera de prepararnos sea poder tener en cuenta que dejamos atrás aquello que ya no es, y que otro mundo advendrá marcado por este nuevo presente. Los efectos que se generen a nivel intersubjetivo y trans subjetivo quedarán como marcas de lo sido. Ya vemos acciones humanas que hablan de sus angustias primarias puestas en acción: acopio para una supuesta subsistencia, abandono de mascotas, aumento de la violencia de género, en China tras los aislamientos forzados los divorcios han aumentado de forma exponencial, en algunos puntos del país se registran un número por día que nunca antes se había registrado, los hogares de caridad en nuestra ciudad han triplicado el envío de comidas a domicilio a quienes no se pueden permitir un plato cada día…

Nos plantea la profesora de la Universidad de Tel Aviv y destacada psicoanalista Yolanda Gampel en cuanto al “dolor social”: “¿Qué posición debería adoptar el psicoanalista ante el dolor social que es inevitablemente transmitido en la sesión psicoanalítica? Los hechos dejan hondas marcas en el individuo y en la historia colectiva que yo denomino marcas radioactivas. Son las huellas dejadas por el dolor social. (…) El efecto radioactivo de la violencia social está inscripto en el espacio trans subjetivo. Cuando alguien es portador de esta radioactividad metafórica, ya sea en su psique o en su cuerpo, como una marca, como un núcleo de identificación o de cualquier otra manera, ha de encontrarse a sí mismo, en algún momento, como si estuviera encajonado, aprisionado e incapacitado de vivir su vida” (Gampel, Y., 2005). Gampel propone la metáfora de “identificaciones radioactivas” como la penetración en el psiquismo de aspectos violentos y destructores de la realidad externa sin que el sujeto tenga ningún medio de control o de protección contra esa penetración.

Son elementos no representables que pueden enquistarse en el psiquismo y permanecer como reductos no simbolizados. Tales hechos traumáticos pueden transmitirse de modo inconsciente a otras generaciones, produciendo efectos repetitivos a muy largo plazo. Muchos ejemplos de ello aparecen actualmente en nuestros análisis de la tercera generación de aquellos cuyos abuelos o bisabuelos, participaron en los efectos ocasionados por la Guerra Civil Española en los psiquismos de sus ancestros. No podemos dejar de considerar a otra autora que nos provee de aportes fundamentales para seguir pensando.

Piera Aulagnier (1975) nos remite al nivel de “violencia secundaria” que se ejerce sobre el conjunto de nuestros psiquismos en aras de la prevención y de las medidas políticas que están siendo tomadas. Las historias individuales se entrecruzan y vinculan y se convierten en causas eficaces inconscientes, identificaciones, transmisión de sentidos, de cosmovisiones y de valores, conjugándose en una producción colectiva. Su conceptualización acerca del “contrato narcisista” nos permite comprender como cada uno de nosotros quedamos sujetos a los valores vigentes de la cultura en las que nos toca vivir y participar. ¿Cómo sustraernos de aquello que haga claudicar nuestra posibilidad de rescatarnos? Se construyen sistemas sociales algunos desde la desesperanza y otros desde la solidaridad ambos tipos de sistemas promueven una sensación de pertenencia y proveen seguridad.

Las lecturas de todo esto a lo que asistimos son múltiples; biopolíticas, ideológicas, sanitarias, económicas, comunicacionales y semiológicas, psíquicas, grupales… Así que tenemos muchos espacios desde los que pensar. Abramos espacios para pensar con otros y en conjunto. Como toda crisis en la que nos vemos inmersos, es obligado el tener que abordarlas. Puede ser un momento crucial para ir deconstruyendo los a prioris, los axiomas, los dogmas y el pensamiento único, con ellos convivimos, a veces, sin el registro de que nos atraviesan inconscientemente y que los actuamos sin saberlo. Salgamos a la búsqueda de otras miradas y de otras perspectivas. Tanto en lo personal, en nuestras casas, como en lo social y colectivo. A nuestro entender no hay uno sin otro.

Apelamos a la responsabilidad ética y a la creatividad: Nuestro compromiso como profesionales de la salud no sólo se circunscribe a nosotros mismos y a nuestros pacientes, sino que también es un compromiso social. Se trata de adoptar un posicionamiento ético.

Pensamos que hemos de atender a la singularidad de nuestros pacientes esforzándonos en asegurar el sostén y la continuidad psicoterapéutica, y máxime en estos momentos. Y trabajar, del mismo modo, en el sostén de los que sostienen. No hay respuestas únicas a estas cuestiones. La guía ha de ser siempre el mentado caso por caso junto con nuestra disponibilidad innovadora y atenta. En la clínica, ahora más que nunca, hemos de investigar el impacto de lo traumático en cada subjetividad. Y, sí, vivimos un momento traumático. En Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis Freud nos brinda la metáfora del cristal; “arrojamos al piso un cristal, no se romperá de cualquier manera, sino siguiendo sus líneas de escisión, en pedazos cuya delimitación, aunque invisible, estaba no obstante determinada ya por la estructura del cristal”. Del mismo modo, el impacto traumático fragiliza a las familias.

Familias donde ya se observaban organizaciones preexistentes relativas a sus diversas Estructuras Familiares Inconscientes (I. Berenstein). El momento actual está dando lugar a diversas operatorias al servicio del sufrimiento, de la preservación y del fortalecimiento de los síntomas. Creemos poder anticipar una convulsión pulsional donde lo tanático golpeará y quebrará psiquismos, vínculos y grupos y, al unísono, lo sexual-libidinal también se activará. Vemos que también están apareciendo iniciativas creativas y novedosas. Actos sencillos en apariencia pero que fortalecen el lazo social y que tienen implicancias profundas. Quizá podríamos intervenir desde allí como asociación, mostrando desde lo simbólico la continuidad y la conexión humana. Quizá podemos ir creando nuevos espacios, símbolos y nuevos ritos (No hay más que ver los aplausos de las 20:00 horas, por ejemplo).

En relación a nosotros como psicoterapeutas, nos parece fundamental que seamos especialmente sensibles a nuestra contratransferencia y a cómo nos está afectando a nosotros mismos lo acontecimental.

Nos resulta de especial interés manejar el concepto de Janine Puget y Leonardo Wender de Mundos superpuestos para entrever cómo en nuestra tarea psicoterapéutica un suceso del mundo exterior que compromete tanto a paciente como a analista, incide en el encuadre, en la situación y en el proceso, en todo el campo analítico. Para ello contamos con nuestros espacios de análisis y supervisión. Podemos recurrir a la teoría con una actitud flexible y en constante reformulación. No obstante, aquí no se acaban nuestros recursos. Contamos con la riqueza de lo grupal, del pensamiento en y desde el grupo. Por ello, y hoy más que nunca, también es labor nuestra generar reuniones entre compañeros, espacios para pensar en equipo. Lugares de virtualidad sostenedora entre iguales. Ámbitos de cuidado propio y mutuo. “En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”. (Pichón-Rivière, E. 1971)

Proponemos pasar de la masa a lo colectivo: Vivimos en un mundo hiperconectado e instantáneo. Fugaz y vertiginoso. Pensamos que las redes sociales tienen una doble vertiente. Por un lado, son redes y nuestro trabajo ha de ir por el armado de éstas y de grupos de pensamiento-acción. Desde ahí, son facilitadoras. No obstante, contribuyen peligrosamente a la confusión, al espanto y al encierro psíquico. Se transforman también en el vertedero de nuestros psiquismos inquietos.

Por ello, hemos de plantearnos lo que compartimos por redes para no generar más confusión y saturación. En vez de expulsar y aislar, pensar. Apelamos al pensamiento crítico y a un cuestionamiento permanente. A ello nos encaminó hace más de un siglo Freud. Es más, el psicoanálisis consiste precisamente en esto; en indagar y en abrir espacios antes no explorados. En los días que nos está tocando vivir, esta consigna, si cabe, es aún más crucial. Desde ahí hemos de desplegar creatividad para seguir proveyendo de sostén y contención a nuestros pacientes, nuestros compañeros y al conjunto de la sociedad. Nos parece fundamental como terapeutas el uso de la Paradoja. Viviendo en el mundo actual plagado de contradicciones e incoherencias, la creación de paradojas nos abre otras perspectivas que nos pueden facilitar salir del confinamiento mental o de las lógicas binarias y simplistas.

Resulta que, ahora, un resultado negativo en un test o prueba se convierte en un positivo. O que, en el momento de cerrar puertas, abrimos ventanas (espacios de encuentro como este escrito). Y a través de ellas estamos con otros, solos, pero en compañía. Lo paradojal y la capacidad de estar a solas son aportaciones de D.W.Winnicott que nos pueden servir para ir pensando el momento actual como “Oportunidad” y/o espacio transicional en tanto que podamos conectar lo interno con lo externo. Es cierto, el coronavirus se transmite y propaga rápidamente. ¡Pero el pensamiento nos permite volar!

Un abrazo a todos los que en conjunto constituyen el entramado necesario para seguir pensando y a los que quieran seguir formando parte de esta aventura.