Por Juana Morelli, presidenta de AAPIPNA

Cuesta muchos años y muchas generaciones superar las profundas huellas que quedan inscritas en un hecho tan traumático como es una guerra y más todavía en una guerra civil. La Guerra Civil española sigue actuando pese a los discursos de algunos que postulan que es un tema pasado, que es algo de viejos, que ya no interesa, pero realmente ¿ya ha pasado?

La exhumación del cadáver de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la falange, y los afectos que ha producido parece que los sentimientos y las heridas siguen abiertas. Hoy quisiera presentaros un caso en el que la historia personal y la historia compartida se entremezclan dramáticamente.

Presentación del caso

La historia de Soledad comienza en 1939, en uno de los pueblos de Aragón destruidos casi por entero durante  la Guerra Civil Española (1936-1939). Soledad llegó a mi consulta cuando tenía 80 años porque, según sus palabras textuales, “me encuentro mal y porque siempre estuve sola” y “yo ya sé que soy mayor y que a estas alturas ya nadie va al psicólogo porque ya está todo hecho, pero yo es que me siento mal”.

La historia comienza en marzo de aquel año, un mes antes del final de la Guerra Civil Española. Soledad nace en un pueblo de Aragón. Los padres de Soledad vuelven a su pueblo bombardeado y destruido durante la guerra y del que tuvieron que migrar. A su regreso tuvieron que reconstruir su casa, sus campos y su pueblo, mientras Soledad comenzaba su vida con escaso apoyo.

Soledad dice de sí misma: “Arrastro traumas, heridas o cosas así del pasado que me han impedido ser feliz durante toda mi vida. Resentimientos, dolores que te impiden ser feliz. Nací en la guerra, en la miseria, todo estaba deshecho y hubo que comenzar a reconstruir. Yo era recién nacida. La casa estaba deshecha y la economía estaba fatal y mi madre malnutrida durante el embarazo”.

“Yo ya sé que soy mayor y que a estas alturas ya nadie va al psicólogo porque ya está todo hecho, pero yo es que me siento mal”

“Yo vivía, pero estaba como en coma, mis padres estaban empeñados en tirar para adelante. Yo no era importante ni para mis padres, que tenían más hijos, ni para mis hermanos, que me llamaban tonta, pequeña, boba. Nací en un mal momento, mis padres tenían que ir haciendo casa, dinero… partiendo de cero. Mi infancia la pasé enferma, enfermiza, nunca hacía nada estaba como relegada y me sentía una inútil (sic)», añade.

Durante los dos años que duró la terapia de Soledad -fuimos construyendo su historia, al igual que sus padres tuvieron que reconstruir su pueblo y su vida-, Soledad tuvo que reconstruir su historia dotándola de nuevos significados. Pudo poner palabras y pensar acerca de su historia personal, atravesada por la de sus padres, y compartida con los sujetos  de su generación.

Reconstruyendo una vida

Hay hitos históricos que atraviesan dramáticamente a los sujetos y sus efectos traspasan generaciones y continúan actuando durante muchos años después de finalizados. En España, la Guerra Civil ha provocado muchos sufrimientos y en consulta se puede ir rastreando el impacto emocional que tuvo tanto en las generaciones que la vivieron directamente como en las siguientes.

Dos años después de iniciar la psicoterapia, Soledad me manifestó que quizás había llegado el momento de finalizar el tratamiento: “He entendido que todo se transcribe en el alma y ahí queda y ahora, al final de todo, lo comprendo. Yo no caminaba, no crecía porque todo a mi alrededor eran carencias. A la desnutrición física se unía la desnutrición afectiva y esto lo he arrastrado hasta ahora que he podido asumir mi historia y entenderla de otra manera: mis padres me querían, pero tenían que sobrevivir para conseguir que sus hijos, incluyéndome a mí, la pequeña, pudieramos seguir adelante”.

Convertir la historia en pasado para evitar la repetición

Actualmente Soledad es capaz de entender y entenderse y el sufrimiento que ha arrastrado durante toda su vida se ha transformado y se han producido cambios significativos en su relaciones y en su vida, pudiendo llevar una vida más plena. La terapia psicoanalítica intenta convertir la historia en pasado para evitar la repetición. Compartir este pasado puede generar nuevas simbolizaciones.

El recuerdo compartido y comunicado quizás sea el único camino para desactivar la carga de sufrimiento que genera un hito histórico traumático.

Quiero terminar este artículo citando a Yolanda Gampel que ha acuñado el término “identificación radioactiva” para describir como ciertos hechos traumáticos actúan como los efectos de la radiación, e  impregnan el psiquismo de las personas que han vivido determinados hechos, sin que el psiquismo pueda protegerse y, que al final, impregnan todo el tejido social.

Gampel, Y. (2002) El dolor de lo social  Psicoanálisis 24(1/2): 17-43, oct. 2002.